sábado, 17 de abril de 2010

La bahía de Cádiz albergará un polo de empresas de energía renovable

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10 nuevas sociedades se instalarán en la comarca en los próximos meses
La bahía de Cádiz se prepara para levantar una planta que reutilice la caña de azúcar, un laboratorio donde se analizará el agua del mar o una fábrica que preparará medusas recogidas en el Mediterráneo para enviarlas a países asiáticos, donde las usarán como afrodisíacos. Son algunas de las iniciativas empresariales que llegarán a esta comarca gaditana por el Plan Bahía Competitiva, que fue aprobado tras el cierre de la fábrica de Delphi en Puerto Real. Según su director, Antonio Perales, esta zona de Cádiz se convertirá en el conglomerado de empresas especializadas en medio ambiente y energías renovables más importantes de España.
Cádiz albergará en unos meses diez nuevas empresas. Algunas han recibido las ayudas para la reindustrialización previstas por el Gobierno para solventar el duro golpe que para el empleo supuso el cierre de la factoría de automoción de Puerto Real, donde unos 1.800 operarios fueron acogidos bajo el paraguas de cursos de formación y recolocación. Muchas industrias desarrollan ideas innovadoras, como las centradas en las medusas. “En Cádiz se recogerán las medusas del Mediterráneo. Después se envían a países como China o Japón. Aunque suene sorprendente, allí les dan usos como afrodisíacos y son muy valoradas”, destacó Perales.
Entre los más inminentes está también una empresa de biofarmacia o una fábrica de baterías de alta eficiencia. Se suman a proyectos ya conocidos, pero todavía no culminados, como Aeroblade, dedicada a la fabricación de palas eólicas, o Alestis, que está a punto de terminar las obras de su nueva planta en Puerto Real, justo al lado de donde se ubicaba Delphi.
La mayoría de estas inversiones se instalarán en Jerez o Puerto Real. Este último municipio tiene pendiente el desarrollo de un gran parque industrial, el polígono de Las Aletas, bloqueado por una sentencia del Tribunal Supremo que anuló los acuerdos que sirvieron para ocupar zona de dominio público marítimo.
Desbloqueo de las Aletas
Ayer las administraciones volvieron a ratificar su compromiso con este proyecto. La reunión del Consejo Rector de las Aletas, en el que están representados los gobiernos central, autonómico y local, sirvió para conocer que será la empresa pública Tragsa la encargada de elaborar el estudio de los usos y de la exclusividad dentro de ese espacio protegido, tal y como reclamaba la sentencia. El nuevo estudio debe hilar fino para evitar una nueva resolución contraria del Supremo.
El nuevo vicepresidente del Consorcio, Luis Pizarro, cree que este paso es fundamental para desbloquear las obras, que están paralizadas desde que se conoció el fallo judicial. El informe de Tragsa será incorporado al expediente que, según Pizarro, se presentará para que el Consejo de Ministros pueda emitir una nueva resolución que dé viabilidad a Las Aletas. El próximo 21 de mayo, en un nuevo encuentro del consejo rector, se presentará un cronograma de actuaciones para acordar los nuevos plazos del proyecto.
PEDRO ESPINOSA - Cádiz – 17/04/2010
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domingo, 11 de abril de 2010

“Los muchachos no tuvieron la culpa del cierre de Delphi”

El que fue ingeniero jefe de la planta 40 echa abajo las críticas a la plantilla y culpa del fracaso a la dirección. Un informe del comité de 1987 coincide con sus tesis.
Desde su retiro, en su casa donde vive de alquiler desde hace 28 años, Antonio González Sangil no ha podido seguir callado. Las críticas al absentismo en la factoría de Delphi le han hecho asomar la cabeza para contar sus verdades.
Unas verdades que tienen más mérito aún por el hecho de ocupar el cargo de ingeniero jefe de la planta 40 de la factoría de Puerto Real, trabajo que realizó hasta el año 1999, cuando se jubiló. En su casa guarda en su particular oficina como el mayor de sus trofeos, la placa que le regalaron “sus currantes” el día de su adiós. Eso y un juguete que le regaló su nieta.
Antonio asegura, casi orgulloso, que “creo que soy el único que se jubiló trabajando en Delphi a los 65 años”. Sobran más comentarios acerca de las prejubilaciones. Convencido, es contundente: “Lo que se está diciendo del absentismo es una tontería”.
Explica que cada trabajador estaba obligado, por Ley, a cumplir una serie de horas al año. “Esas horas las hacían, pero además después tenían que hacer las llamadas horas zeta, por las que recibían días libres en compensación; tenían que trabajar los fines de semana con el coste que eso suponía. No es otra cosa que una falta de organización de la empresa. El volumen de producción que se tenía comprometido era muy grande y con la plantilla contratada no se daba abasto; por eso se hacían esas horas extra y se contrataba a eventuales”.
Para él, “sus niños, sus muchachos”, como llama a su antigua plantilla, fueron los artífices de que la factoría de Puerto Real fuera la de mayor calidad de todo el grupo General Motors. Para ratificarlo, pone dos ejemplos: “En Polonia, el tanto por ciento de piezas fabricadas con éxito a la primera era del 25%. En Puerto Real, ese porcentaje de éxito a la primera estaba en el 60%”. El otro ejemplo también es clarificador: “Estando yo en Polonia, mandé un amortiguador a Düsseldorf; me vine a Puerto Real y mandé otro amortiguador a la misma ciudad. El de Polonia había llegado más tarde porque no tenían infraestructuras, que son las que aquí habíamos creado”.
Por todo eso, Antonio González Sangil tiene claro que la culpa del cierre no fue “de los muchachos”. En su opinión, “el final de la fábrica ha sido catastrófico pero porque había interés de la propia General Motors en cerrarla, no porque no fuera rentable, sino porque la trasladaban a otro sitio en donde iban a obtener de nuevo la concesión y los beneficios que tuvieron aquí, es decir, las subvenciones”. Además, añade que “lo de que la mano de obra es más barata en otros sitios no es verdad; lo que es más barato es todo lo demás, porque no hay normativa que les obligue a hacer lo que hacemos aquí, en materia de seguridad, de reciclaje, de medioambiente, etc”.
Sus palabras, sus realidades, no son sólo opiniones. De entre su inmensa documentación, extrae un informe “que hicieron los chicos en el año 87″. Ese informe, del comité de empresa de la entonces Delco (la planta llevaba abierta cinco años), iba dirigido a la dirección. En él se realizaba un exhaustivo repaso a todos los déficits que, ya entonces, llevaba la preocupación a la plantilla por el futuro de sus empleos. Y, curiosamente, coinciden con las tesis de Antonio.
En uno de los párrafos, el comité explica: “Somos una de las pocas empresas del mundo capaz de generar más problemas de producción, de mantenerlos como si fueran seres queridos, de destrozar más máquinas y equipos, de hacer vieja una fábrica en sólo seis años y encima de encontrar nuevos clientes”. Y continúa: “De entre todos los desaguisados que se dan en la producción hay uno que se está convirtiendo en uso y abuso en la fábrica, se trata de la ya tradicional chapuza para salir al paso”. También hablaba el comité de la chatarra: “Es práctica habitual que cuando Control de Calidad rechaza contenedores de piezas, los supervisores de producción ordenan que se mezclen con piezas buenas. Esto es viejo. (…) ¿Quién es el responsable, por ejemplo, de que un contenedor de piezas rechazadas por Control de Calidad se le pierda la pista y aparezca como producto terminado en Zaragoza o Alemania”.
En sus conclusiones, el comité expone la necesidad de “revisar el sistema organizativo de los departamentos y control de gastos; garantizar que al frente de cada sección esté la persona técnicamente más cualificada, que no nos valga cualquiera; hacer un seguimiento real del conflicto de intereses de la empresa y algún empleado. Creemos que sale más barato mandar a algunos mandos a sus casas y enviarles el salario a que sigan formando parte de las decisiones de la fábrica”.
F. Rufo / Cádiz

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